-La Chica del saco amarillo llega todos los días; bueno,
todos los días entre semana y los días festivos no, pero todos los demás días
llega a las ocho veinte, pide su café y se sienta en una de esas mesitas.
Siempre está volteando a ver el quiosco. Ya le tantié el horario, así que me fijo en el reloj de
catedral y más o menos a esa hora me vengo a barrer por aquí.
El saco se ve bien fino, viejito pero bien cuidadito. Ese
lo trae casi diario, pero desde acá se nota que es de piel re- fina, de esas
que cuando lo rozas con los dedos sientes como
si la piel te acariciara a ti. La chica en si también es hermosa. Es de esas
mujeres de piel blanquísima y cachetes rositas. Haz de cuenta como una
muñequita de porcelana, así como las de
antes, lisita, lujosa, bonita, bien hechecita.
-Pero Francisco, si aquí uno de barrendero mira un
montón de muchachas pasear. Pasan las de la Universidad, las de la prepa, las
de la secundaria, las de las oficinas, las del aseo, las enfermeras, las.. ¡Pos
todas! Si los taquitos de ojo nos sobran. Además ella ya hasta ha de estar
casada.
-No, fíjate que no Ponciano. Porque la otra vez si andaba
barriendo cerquita de donde ella se
sienta y alcancé a mirarle la mano. Y la trae sin ningún anillo. Lo que
sí es que tenía novio, pero ya no. Hace como dos meses se quedó ahí sentada en
el teléfono cómo hasta las doce. Nomás se le escuchaba a grite y grite un
montón de majaderías, luego se ponía a llorar, luego hablaba bajito, luego
seguía gritando; así se la fue llevado, los del café y la gente que pasaba se
le quedaba viendo pero si bien raro. Desde ese día le cambió su carita. Ahora
llega toda triste ¿si sabes cómo? Así como si se le hubiera ido un poquito de
su magia, como que ya no sonríe igual. Por eso hoy le voy a llevar el ramo de
rosas que nos encontramos en la basura y la voy a invitar a dar la vuelta, para
que se alegre el día, para que vuelva a ser alegre como antes
-Francisco, escúchame tantito. No solo estás ya grande,
si no que te faltan 3 dientes, estas bien feo, no traes dinero y, y pues somos
barrenderos. Lo que va a pasar es que te van a echar la policía y entonces si no
va a haber quien te saque.
-Pos a lo mejor y sí. Pero ¿Y si no? ¿Y si le encantan
las flores y me sonríe? ¿Y si me pide en la noche que luego del jale pase por
ella? ¿Y si nos vamos a pasear por la plaza? Y luego la llevo A los helados con
Don Luis para presentársela, y de ahí nos vamos a sentar en la explanada de la
iglesia y ¡Mira! Ya llegó. Hazte pa´lla.
Francisco
se acerca lentamente hacia la mesa de la chica del saco amarillo. Pareciera que
por cada dos pasos hacia adelante caminara uno hacia atrás. Ponciano los
observa a la distancia, fingiendo barrer el mismo espacio muchas veces. Desde
donde se encuentra Ponciano alcanza a ver como la negra y liza cabellera de la
chica se mueve de arriba abajo mientras ella asiente con la cabeza sin dejar de
sonreír un instante. Después de unos minutos ella toma las flores y Francisco
regresa trotando, casi saltando de alegría. La chica toma las flores y las deja
en la silla junto a ella. Jamás las vuelve a tomar.
-¿Pos qué te dijo? ¡Si te ves re contento! Y ya deja de
sonreír, que se ve bien curioso un chimuelo rizón.
-¡Ya me decidí Ponciano! ¡YA ME DECIDÍ! Ahora si voy a
regresar con Karlita
-¿Ora con Karlita? Si ya van más de tres años que se
separaron, y ella ya ni quiere saber de ti.
-Pos si compadre, pero ahora todo es diferente.